La hepatitis C es una infección vírica que afecta al hígado y que puede provocar inflamación y daños si no se trata. En Estados Unidos, la hepatitis A, la hepatitis B y la hepatitis C son las hepatitis más comunes, cada una causada por virus diferentes. Aunque pueden presentar síntomas similares, difieren en los métodos de transmisión y el impacto en el hígado.
La hepatitis A suele resolverse como una infección de corta duración, mientras que las hepatitis B y C pueden evolucionar a infecciones crónicas en algunos casos. Existen vacunas para las hepatitis A y B, pero no para la hepatitis C, pero se puede tratar con medicamentos. Los síntomas pueden incluir: fiebre, fatiga, falta de apetito, molestia estomacal, vómitos, orina oscura, heces grisáceas, dolor articular y piel y ojos de color amarillo.
Las personas que se inyectan drogas pueden contagiarse con hepatitis C, a través de las agujas y jeringas, por contacto sexual, tatuajes o piercings no regulados, compartiendo objetos personales que hayan encontrado sangre infectada, así como a través de transfusiones de sangre y trasplantes de órganos y también madres infectadas pueden transmitir a sus bebés durante el parto. Al conocer estas vías de transmisión, las personas pueden tomar medidas proactivas para reducir el riesgo de contraer hepatitis y proteger su salud. La hepatitis C no se transmite a través de la leche materna, por contacto casual, como abrazarse o darse la mano, mediante los alimentos, por compartir utensilios o vasos.
Para obtener más información, hable con médico de cabecera o visite www.cdc.gov/hepatitis.